La arcilla en uso externo se aplica en forma de cataplasmas sobre la zona afectada, se utiliza fría en zonas calientes, inflamadas, enrojecidas, pruritos, eccemas, heridas, etc. Se usa caliente en situaciones de frío, para reactivar y estimular un órgano, músculos rígidos y paralizados, debilidad ósea , cálculos renales o cistitis.
Una cataplasma es un apósito que se pone en contacto con la zona afectada.
Para preparar la cataplasma, en un cuenco se vierte la arcilla machacada o en polvo y se alisa la superficie, se añade a agua de fuente, lo más pura posible y se deja reposar sin remover. La cataplasma debe ser de consistencia firme para que no chorree, pero tampoco demasiado espesa.
En una zona caliente, inflamada o congestionada, la cataplasma se mantiene hasta que se caliente. Una manera de retrasar el calentamiento es cubrirlo con hojas de col y luego una tela de algodón.
Al retirar las hojas, se despega el barro de la piel, los restos se eliminan con agua y una esponja. despues de secar con cuidado se pone una crema o aceite antiinflamatorio. Aquí hemos utilizado Árnica y Harpagofito.
Ante una llaga, lesión inflamatoria, absceso o forúnculo, la cataplasma se renueva según la rapidez del calentamiento, por la noche puede reemplazarse por una compresa de agua arcillosa.
Después de usada se tira la arcilla y se lavan bien las telas y vendas con las que ha estado en contacto, que pueden volver a utilizarse una vez secas.
Hay otras formas de aplicar cataplasmas, mascarillas, etc. que se tratará más adelante.
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